lunes, 25 de marzo de 2019

"La sequía. Abecedario ilustrado", de Grassa Toro

Grassa Toro, La sequía. Abecedario ilustrado. Ilustr.: Diego Fermín. Zaragoza, Gobierno de Aragón, 2007.

En forma de abecedario, Grassa Toro cuenta historias que tienen la sequía como tema de fondo. La ilustración de Diego Fermín es muy sugerente, igual que los textos:

  • "A de ahogados y Z de zagala",
  • "B de botijo e Y de yerma",
  • "C de cansancio y X de xerófila",
  • "D de desierto y W de webIslandia",
  • "E de emigración y V de verano",
  • "F de fuego y U de urbanización",
  • "G de guijarro y T de travase"
  • etc.






Copiamos aquí un fragmento del libro:

F de fuego y U de urbanización 
A un hombre su vecino le regaló una semilla. Era costumbre.
   El hombre plantó la semilla. La semilla se hizo árbol. El árbol dio manzanas. El hombre vendió las manzanas. Con el dinero que ganó compró seis árboles. Los árboles dieron muchas manzanas y muchas peras. El hombre las vendió. Con el dinero que ganó compró un pedazo de tierra.
   El hombre no sembró en la tierra semillas ni plantó árboles. Esperó un año y vendió la tierra por el doble de doble de lo que le había costado. Con el dinero que ganó compró noventa y nueve pedazos de tierra. El hombre no sembró en la tierra semillas ni plantó árboles. La vendió por una barbaridad y con el dinero que ganó compró un valle, tres palas excavadoras, ocho camiones, doscientas cajas de herramientas, un millón de metros de cable eléctrico, infinidad de cemento y algunas cosas más. Con todo esto construyó casas y más casas hasta que ocupó todo el valle.
   El hombre no podía vivir en todas las casas. La mayoría la vendió a otra gente, que no era ni su familia ni sus vecinos ni sus amigos. Con el dinero que ganó por la venta de las casas se compró ochenta mil televisiones planas, setecientos coches del mismo modelo e igual color, quinientas mil camisas de rayas y una enciclopedia.
   Nunca más volvió a acordarse del vecino que le habla regalado la primera semilla.Como era el hombre más rico del mundo, acudieron los periodistas a entrevistarle y cuando le hicieron la primera pregunta, en vez de contestarla con las palabras que había aprendido desde el día que nació, por su boca salieron lenguas de fuego, rojas, azules, llamas irreverentes que alcanzaban varios metros de altura y que se le enroscaron a su cuerpo desde las pestañas a las uñas de los pies hasta convertirlo en ceniza.
   Todos los periodistas presentes pensaron que hablan conocido al mismo demonio. Se equivocaron: los demonios nunca conceden entrevistas.
   Al día siguiente, una esquela perdida en la última página del diario era la única noticia cierta acerca del caso. Decía: los familiares, amigos y vecinos del señor Paja por fin descansan en paz.
   Un año después de que el señor Paja muriera carbonizado por sus propios pensamientos, la urbanización que él había construido también ardió. Sucedió de noche, en pleno mes de agosto.Aquí se acaba el cuento, es lógico: ya no queda nadie vivo. Falta decir lo que se dice cuando se terminan los cuentos: y colorín colorado, por el humo se sabe dónde alguna vez hubo tejado.
Grassa Toro ha escrito varias obras de narrativa infantil y juvenil:




No hay comentarios:

Publicar un comentario