En este año cervantino, he aquí un Don Quijote actualizado: Rocinante se ha convertido en una motocicleta, el flaco Alonso Quijano en un galán glamuroso, el bálsamo de Fierabrás se ha transmutado en perfume de lujo.
Otra vez la intertextualidad. ¿Sueña este nuevo Quijote con desfacer entuertos y ganar a su Dulcinea?
La buena literatura no necesita prometer el Paraíso a sus creyentes. Las religiones y la publicidad, sí.
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