El lenguaje verbal humano se caracteriza por su creatividad. Gracias a ella, podemos designar nuevas realidades, buscar palabras nuevas para nombrar las ideas recientes, los nuevos inventos, etc. A veces, un simple juego de palabras puede tener intencionalidad crítica, satírica... Por ejemplo, hace poco encontramos en un artículo de prensa donde se hablaba del "Estado de las Gastonomías" y del "Estado fedemal", obviamente en sentido denigratorio. En otras ocasiones, se crean nuevas palabras por necesidad de exactitud, para definir más precisamente una nueva realidad social.
Una de esas palabras nuevas que quiere definir con perfección aquello que designa es gerolescencia, que se aplica a personas entre 60 y 85 años que, a pesar de la jubilación y la madurez, siguen activos, viajan, estudian, participan en la vida social... Desde luego, es evidente que a estas personas, a estos gerolescentes, no les cuadra el nombre tradicional de viejos y que se definen por algo más que por la senescencia, el simple y pasivo envejecimiento celular.
La Real Academia Española registra las palabras adolescencia, obsolescencia y erubescencia (=rubor, vergüenza), pero el DRAE aún no registra esta nueva palabra que parece tomar curso de naturaleza cada vez con más fuerza: gerolescencia. Entre otras cosas, su formación lingüística es perfectamente correcta: sobre gero(nto)- raíz griega que significa viejo, vejez (geronto-logía, geronto-cracia, geri-atría, geri-átrico), y la terminación -scencia, relacionada con estado, sensación (aquie-scencia, evane-scencia, pube-scencia, opale-scencia, eferve-scencia, remini-scencia, concupi-scencia...)
Lo cierto es que el grupo de los gerolescentes es cada vez más numeroso, gracias al aumento de la esperanza de vida (en España, es de 83 años para los hombres y de 84 para las mujeres) y a la expansión del estado del bienestar. Y también como consecuencia del envejecimiento de la población en las sociedades post-industriales y del descenso de la natalidad. La discusión del tema de las pensiones -por ejemplo- va a ocupar cada vez más tiempo del debate político, pues este nuevo grupo social tiene su influencia electoral y es cada vez mayor numéricamente hablando.
Por más que también se haya acuñado el término despectivo yayoflautas, insistiendo en el aspecto de "batallitas" o de "ociosos" con que, por hábito, se denigra a los mayores, el grupo de los gerolescentes no se resigna a ser arrinconado. Incluso se ha revalorizado también el término yayoflautas, ya que ahora se aplica no a los viejecitos ociosos que van a ver las obras municipales para matar el tiempo, sino a los abuelos indignados que han salido a la calle para reclamar cambios sociales, que sus hijos y nietos puedan encontrar trabajo y condiciones de vida dignas, o que los responsables de las quiebras bancarias de nuestro país vayan a la cárcel. Y eso que la formación del vocablo los homologaba con los perroflautas, una palabra sin ninguna duda denigratoria, con la que se designa peyorativamente a las tribus urbanas de punkarras, hippies, okupas, anarkas, rastafaris, frikis y demás gentes tenidas normalmente por individuos de mal vivir.
En definitiva, que ya ha pasado el tiempo de los abuelitos-Cebolleta, el de los yayos tostándose al sol en los bancos de los parques. Ahora las personas maduras, los nuevos gerolescentes, reclaman un espacio propio, cada vez mejor definido.
Quizás también acabemos creando un tipo de literatura especial para ellos: literatura gerolescente, qui lo sa? Hubo un tiempo en que tampoco se creía demasiado en la literatura infantil y juvenil y, sin embargo, hoy día, es uno de los sectores más pujantes del mundo editorial.
El lenguaje cambia porque también la vida cambia. Y no precisamente con lentitud.
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